(Esta entrada corresponde a la traducción de la entrada equivalente en el blog en inglés de Enero de 2010. Siento el retraso)Al final, Copenague ha terminado como la calificación que los estadounidenses dan a Obama:
decepcionante. La reunión de la ONU prometía mucho pero, como el presidente americano, despertar tan grandes expectativas acarrea el riesgo de dejar en la cuneta a muchas de ellas. Algunos incluso habían copiado el lema de Obama, cambiando el nombre de la ciudad anfitriona (Copenhagen) por “Hopenhagen” (hope es esperanza en inglés y el lema de Obama antes de convertirse en Presidente). Pero al final, tratar de alcanzar un objetivo global, con un acuerdo global que ha sido retrasado por 10 años, en sólo una semana, parecía una
misión sin esperanza.
Sin embargo, aun podemos extraer algunas lecciones de la reunión. De acuerdo con el
Economist, hace diez años en Kyoto era difícil incluso llevar a los países emergentes a dialogar. Esta vez parecían más dispuestos y han estado en la mesa desde el inicio. Sin embargo el principal problema continúa (y
continuará) con ellos. Los líderes de este grupo de países (China e India) han liderado el grupo del ‘No’ ante cualquier acuerdo de máximos. De hecho muchos analistas culpan directamente a China del fracaso.
De acuerdo con un reportaje de
Mark Lynas, un periodista freelance especializado en temas medioambientales y presente en Copenague, China “no sólo rechazó objetivos por ella, sino que también impidió que otros países los aceptaran”. Por medio de la
presión diplomática en los países africanos y asiáticos, tremendamente dependientes del comercio con China, el dragón de Asia bloqueó documentos claves. Es el primer golpe de un nuevo superpoder y una nueva forma de control, sin bases militares ni necesidad de invadir países.
Aunque lo cierto es que Asia y África no necesitaban muchos ánimos para comprometerse con el objetivo chino. La otra gran batalla, la propuesta de recorte de emisiones para todos del grupo Paraguas (“Umbrella”) y liderada por países desarrollados -incluyendo EEUU, Canadá o Australia-, ponía contra las cuerdas su crecimiento. Algo a lo que no están dispuestos a renunciar; o al menos no gratis.
No obstante, por razonable que pudiera haber parecido este punto en 1990, cuando sus emisiones eran la mitad de las del mundo desarrollado, ahora no cuadra. China es ya el primer contaminador del planeta y entre chinos e indios igualan casi el total de emisiones de CO2 a la atmósfera del mundo desarrollado. Pero sobre todo, no importa tanto ahora quién creó el problema, sino que hay que pararlo.
Sin embargo, para China, no es tan sencillo. Si quiere de verdad convertirse en un superpoder como EEUU, necesitan esa contaminación. Su crecimiento, político y económico, se basa en el carbón. Y su estrategia es a largo plazo. Tienen la ventaja de carecer de ONGs o voces internas que remuevan su conciencia y la presión sobre sus gobernantes no vuelve cada cuatro años. Es de esperar que las cosas cambien poco de aquí a que empiecen a desaparecer las primeras islas.
Photo: Olivier Morin/AFP/Getty Images.
Activists demonstrate outside the Bella Center in Copenhagen at the end of the COP15 UN Climate Change Conference.
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