El año ha empezado fuerte con la ofensiva aérea y terrestre de Francia
en Mali. Aunque muchos no pueden dejar de ver paralelismos entre lo que está
pasando en África y lo que pasó en Irak, lo cierto es que son dos realidades
diferentes.
Para empezar, Francia ha acudido llamada por el propio gobierno malí y cuenta con aliados de países vecinos y el respaldo de la ONU. Por
otra parte, no es que le falten motivos para estar interesada en rescatarlo.
Desde las ricas minas de uranio de las que se nutre su “nuclear deterrence” al hecho de que si al-Qaeda triunfa en el Sahara
tendría una base de operaciones en el patio trasero de Europa, a sólo tres
horas de avión, todo suma.
Para evitar males mayores, Francia ha acudido con la mayoría de lo que
tiene en su arsenal, exceptuando lo más bestia. Menos su portaaviones, armas
nucleares o tanques, casi todo lo demás está representado en Mali. Y ya ha recibido
su primera bofetada, con la muerte y exhibición de los cadáveres de dos marines
franceses, al estilo Black Hawk Down en Somalia.
Photo: Joe Penney/Reuters |
No es extraño que toques somalíes se filtren en Mali. En realidad el
país de África occidental no es más que otro frente de una guerra que se
extiende varios miles de kilómetros. Guerra encubierta que lleva años
luchándose y en la que Mali se convierte en su tercer frente. (Ver mapa)
Empezando por el este, la también base francesa de Djibouti es el
refugio de varios escuadrones internacionales de aviones que combaten la
piratería en las costas de Somalia. Lo que es menos conocido es que también
alberga drones americanos que diariamente bombardean posiciones de al-Shabab y
otros grupos islamistas en Yemen y Somalia, con mayor frecuencia incluso que en
Afganistán y Pakistán. Que ya es decir.
Un poco más al oeste tenemos una misión de la ONU en Darfur, otra en el
recientemente creado Sudán del Sur y otra más en Chad, todas ellas con
presencia de soldados europeos o americanos. Éstos últimos tienen desde hace cinco
años una inmensa red de inteligencia desplegada en la zona con los ojos puestos
en Boko Haram.
De vuelta en Mali, tanto Boko Haram como al-Shabab están presentes,
asesorando y ayudando a los rebeldes. Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM) se
coordina activamente con ellos y con otros grupos islamistas de la zona como
Ansar Dine.
Su peligro potencial es palpable y hay hechos que lo confirman como el
reciente secuestro en Argelia de una planta de gas y la matanza de rehenes en
la posterior operación de rescate. Ciudades Patrimonio Histórico de la
Humanidad como Tombuctú han sufrido graves daños ocasionados por el extremismo
religioso de éstos grupos, en acciones que recuerdan a la voladura de los Budas
gigantes en Afganistán por parte de los Talibanes.
La cultura no es la única víctima de estos grupos. Tras la guerra en
Libia, los Tuareg -bajo el Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad
(MNLA)- decidieron unirse a Ansar Dine y conquistar el norte de Mali. Tras
conseguirlo, los islamistas les expulsaron del poder y se dedicaron a imponer
la Sharia.
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La creación de un estado islamista en Mali es lo que más preocupa a
Occidente. Tras las salidas de Irak y Afganistán -dejados en un estado
precario- y la creciente popularidad de grupos religiosos en Egipto, Libia y la
revolución siria, la visión de un cinturón bajo la Sharia desde Yemen a Mali aterra
en Washington, París y Londres mientras que conforma la visión de los sueños
más salvajes y húmedos de los radicales islamistas.
No obstante, por el momento Estados Unidos y la UE han dejado que
Francia se manche las manos sola. El conflicto puede empantanarse fácilmente y
nadie quiere tener otro Afganistán ahora que están saliendo de allí. A lo máximo que se han comprometido es a ofrecer aviones de transporte,
reabastecimiento y drones.
Por otra parte, los franceses tienen un mejor entendimiento de la zona
y no es la primera vez que intervienen allí. Si alguien tiene que ir, es normal
que sean ellos.
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More: From the BBC, who is who in Mali.
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