Armed conflicts in DEFCON 3
Wars, armed conflicts and their effects on us. Where are the shots fired and how people try to continue their lifes despite it.
Military in DEFCON 3
Tanks, ships, planes, choppers, guns and soldiers. Everything related to the world armies. How they are today and how they will be tomorrow.
Politics and Social Issues in DEFCON 3
All American and worldwide politics, analysed. What's important, why it is important and how it affects us.
Wednesday, August 27, 2014
Soy periodista. Es lo que hago, es lo que soy. Eso va a cambiar.
Soy periodista. Es lo que hago, es lo que soy. Probablemente
lo que más te define es lo que haces. En mi caso, es algo que se ha relacionado
con varias cosas en la última década, todas ellas convergentes en el
periodismo. Eso va a cambiar.
Es difícil cambiar el rumbo. Sin embargo, a veces se siente
que se ha llegado a una pared y tienes que ir en otra dirección. Eso no sólo es
lo que siento ahora, pero también cómo me he sentido durante el último par de
años. Es la razón por la que me estoy embarcando en esta nueva carrera como
paramédico.
Parece ayer, pero este mes de agosto es el décimo
aniversario de la fecha que considero mi bautismo de fuego en el periodismo. En
2004, diez años atrás, todavía en mi segundo año en la universidad, estaba
harto de no conseguir respuestas de nadie para trabajar, ni siquiera como becario
-aparentemente era un requisito estar en los dos últimos años de tus estudios.
Así que dije: "A la mierda" e hice lo mismo que muchos periodistas
antes que yo habían hecho: hice las maletas, agarraré mi cámara y me decidí a pasar
mis vacaciones en algún lugar de interés periodístico: Palestina.
De ese viaje me traje mi primer artículo publicado, un
montón de fotos, una cámara rota (culpo a los guardias del Ben Gurion) y muchos
amigos, historias y contactos. Después vendrían Bosnia, Irak, Siria o Egipto. Y
entre medias, con el fin de pagar las facturas, tenía que trabajar en lo que
pudiera. Traté de mantenerlo relacionado con el mundillo, para no perder el
tren: comunicación corporativa, analista, blogger, consultorías de redes sociales,
inteligencia corporativa...
Pero la verdad es que el estilo de vida freelance nunca
despegó. Me culpo a mí mismo. Quizá es que yo no soy lo suficientemente bueno.
O podría ser otra cosa. Soy un desastre como agente comercial, tengo cero
habilidades de venta y aunque me gusta buscar y contar historias, todo el
proceso de venta a medios es agotador. Soy un inútil en eso. En un mercado
dominado por freelances, eso es malo.
No ayuda estar en una industria que paga unas tarifas apenas
suficientes para vivir por pieza realizada y donde algunas personas aún así esperan
que trabajes gratis. La publicidad que te hacen no paga las facturas. Sin un
salario digno, el periodismo muta del trabajo más bonito del mundo a la afición
más bonita del mundo.
Tampoco ayudó que probablemente nunca me recuperé del golpe
psicológico que fue tener que presenciar como un mero espectador, desde Nueva
Zelanda, la Primavera Árabe. El Oriente Medio ha sido mi especialidad desde
incluso antes de empezar y en su momento más definitorio estaba atrapado en el
otro lado del mundo. Fue un duro golpe, una píldora difícil de tragar. Sentado
en mi apartamento de Auckland, creo, perdí el tren por completo.
A pesar de ello, no desesperé. Me decidí a encontrar mi
lugar. Lo intenté entonces en Londres, que paga salarios decentes y ofrece trabajo.
Pero no funcionó. De alguna manera, algo faltaba. Los photocalls con famosos no
acababan de llenarme.
Me metí en el periodismo con la idea de contribuir a crear
un mundo mejor, al igual que muchos otros. Pero a diferencia de ellos, he mantenido
esa meta desde entonces. La realidad, sin embargo, es que yo no puedo hacer
mucho. Por cada mala historia de un cruce fronterizo que tengo, también tengo
historias de gente dándome las gracias por estar ahí, pensando que mi cámara o
mi bolígrafo despertarán mentes en Bruselas o Washington para detener un
genocidio o para ayudarles a combatir un enemigo invisible.
Eso es mentira. Realmente no podemos hacer una mierda.
Puede ser que consiga un artículo publicado explicando la
tragedia de los kurdos, o una imagen de un niño en los escombros en Gaza en la
primera página, pero incluso si es visto o leído u oído, va a ser olvidado tras
la última aparición de una Kardashian o el último gol de Ronaldo en Liga. La
mayoría lo leerá (si acaso) y seguirán con su vida. Y no tengo nada en contra
de eso. Es más, lo entiendo. Pero en los medios no se debería pensar así, y lo
hacen.
Y entonces es cuando la gente sigo o que conozco empieza a
caer. No era la primera vez que había sucedido. Pero de alguna manera esta vez,
y gracias al efecto de las redes sociales, impactan más cerca. Era diferente a leer
sobre las muertes de los periodistas del pasado. Esta gente me había dado
consejos, habíamos compartido una cerveza o habíamos corrido juntos escapando
del IDF.
La muerte la semana pasada de Jim es el último punto de dos
años de estar en un lugar muy incómodo, deseando el final feliz de un secuestro
de un colega o lamentando la muerte de otros. ¿Podría haber sido yo que en
lugar de Ricard o Jim o Azem si hubiera seguido en el camino por el que iba hasta
el 2011? Más de 270 periodistas han muerto en los últimos dos años.
Todo eso por nada. La gente en general no se preocupa por cosas
“aburridas” como la política y la muerte de otros en lugares lejanos. Aunque
muchas personas se me acercaron después de la muerte de Jim para expresar sus
condolencias, hay un amigo que después de preguntarme "¿Quién es ese Jim?"
y de explicarle todo, sólo me dijo: "Ah, vale… Qué cosas". Lo que es
peor, después de la muerte de Jim, he tenido que ver no sólo a algunos medios
de comunicación que trataron de convertirlo en un circo sino también a gente
que ve conspiraciones en todas partes insultando la memoria de alguien que
nunca conocieron por el bien de su causa estúpida.
Todo ello me hizo replantearme mis prioridades. Mucho ha
cambiado desde que empecé. Yo también he cambiado demasiado. Cuando caminaba
entre los escombros en Nablus y conocí a Yasser Arafat en Ramallah en 2004, yo
estaba soltero y disfrutando de esa vida. Ahora tengo una relación estable con
una mujer maravillosa con quien hablo constantemente acerca de nuestro futuro
juntos. Ahora pienso por dos. Teniendo en cuenta eso, ¿es justo que arriesgue
mi vida por una miseria de sueldo en un trabajo muy exigente que apenas mejora
la vida de las personas?
Probablemente podría seguir haciéndolo si pagara bien. O si
no fuera tan arriesgado. O si valiera la pena y realmente ayudara a la gente. Pero
el periodismo de hoy no hace nada de eso. Lo que es peor, creo que el
periodismo está muerto como lo conocíamos. Algunos privilegiados prevalecerán
mientras que la mayoría se verán obligados a buscar pastos más verdes en otros
puestos de trabajo. Y no me malinterpreten, hay una plétora de excelentes periodistas
y fotógrafos que sobrevivirán; pero yo no estoy en ese grupo. Aún así, podría
seguir intentándolo si mis circunstancias personales fueran diferentes. Pero
mis prioridades han cambiado ahora.
Es por todo eso que estoy empezando una nueva carrera y
tratando de convertirme en un paramédico. Mantiene el estrés, largas horas y el
riesgo de periodismo, incluso algo de la ingratitud y la impotencia frente a
determinadas situaciones. Pero te permite ayudar a la gente de forma directa y
tiene un efecto inmediato en su vida. También me permite volver a mi pareja todos
los días después del trabajo. Y tiene un futuro mejor mientras que la paga es decente.
Sin embargo, sé que nunca seré capaz de dejar el periodismo
completamente atrás. Es una gran parte de mí. Volveré a este blog y a la página
de Facebook de vez en cuando. Este es un paso atrás algo agridulce, que me ha
hecho el hombre que soy hoy en día y que me ha dado tanto, pero al mismo tiempo
que también me ha llevado a esta situación. Estimo y aprecio a los colegas que
he conocido que siguen haciendo un gran trabajo a pesar de todo y espero que
continúen con el trabajo que están haciendo. Van a encontrar una manera de
hacer que importe, estoy seguro de eso.
En cuanto a mí, sé que esta nueva vida como paramédico
probablemente será una mejor opción para mí teniendo en cuenta mi situación
actual y futura. Para desesperación de mi novia, no descarto a volver a una
zona de conflicto cuando me gradúe, en una labor humanitaria esta vez, más
cerca de las historias de aquellos escuché durante diez años y, esta vez sí, siendo
capaz de ayudarles de una manera directa.
Ha sido un gran viaje. Pero es hora de cambiar.
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