La semana pasada nos despertábamos con la noticia intranquilizadora de
que Assad está cocinando armas químicas. No es que no supiéramos que las tiene,
sino que el problema era que las estaba cargando en municiones y bombas.
Inmediatamente Estados Unidos anunció que usar armas químicas sería “una
línea roja” que de cruzarse acarrearía “consecuencias”. Es fácil imaginar esas
consecuencias en la forma de una intervención militar al estilo de Libia.
Si los informes son ciertos significaría que el régimen de Assad está
muy debilitado. No es ninguna sorpresa. Los rebeldes estrechan el cerco del
aeropuerto de Damasco, consiguiendo cancelar vuelos durante varias horas varias veces en las pasadas semanas. De momento, el aeropuerto sigue
abierto, pero la carretera que lo une a Damasco es un campo de batalla.
El reciente bloqueo de Internet también se vio como una medida desesperada
del régimen por cortar el flujo de videos e información saliendo de Siria.
Mezclar el sarín y cargarlo en las bombas sería el preludio de otra medida
desesperada.
Foto: TRDefence |
Porque una vez hecho, todo son problemas. Mientras los componentes
activos están separados, éstos son relativamente estables y fáciles de
almacenar. Pero tras mezclarlos, y considerando la tecnología de los 80 empleada
por Siria para ello, se debe usar de inmediato o se incrementan los riesgos de
deterioro y fugas.
Las municiones se hacen difíciles de almacenar debido al alto poder
corrosivo del sarín. A eso hay que sumarle el deterioro de la calidad del gas.
Por eso, para evitar todos estos problemas, los iraquíes -que usaban la misma
tecnología- solían mezclar el gas y cargar las municiones en el acto, justo
antes de dispararlas, en sus ataques contra los kurdos.
Sin embargo, lo que muchos analistas ven en este escenario es más una
recreación de la invasión de Iraq por George W. Bush. El cuento de las armas de
destrucción masiva, decir que viene el lobo para cumplir su agenda -sea ésta
cual sea. Y no es sólo los rusos, que tienen un claro conflicto de intereses en
Siria. También algunos grupos rebeldes.
De entre los rebeldes, algunos grupos vinculados a al Qaeda es lo que más preocupa a estos analistas. Si el gobierno de Assad cae y logran poner sus
manos en estas armas, se convertirían en un inmenso quebradero de cabeza. Y no
van a renunciar a las armas químicas tan fácilmente. Ya han dicho que las quieren y los métodos que les hemos visto usar no dan buenas vibraciones.
No es un escenario Nuevo para Estados Unidos. En Pakistán, Obama ideó
un plan B para asegurarse de que si caía el gobierno, el arsenal nuclear
quedaría a salvo de manos radicales. Pero Siria no es Pakistán. Ni Assad va a recibir millones
de dólares para blindar la seguridad de los arsenales -de momento se contenta con moverlas- ni Rusia va a ver con buenos ojos una intervención militar en suelo sirio -ése era el plan C.
En su lugar, los americanos llevan semanas entrenando a rebeldes de
grupos escogidos en el manejo, transporte y almacenamiento seguro de las armas
químicas hasta que lleguen otros a destruirlas. Pero ese plan sólo funciona si
los rebeldes respaldados por Estados Unidos llegan antes que los islamistas y
si el gobierno de Assad colabora de alguna manera. Son dos “si” muy grandes
para un escenario tan volátil.
Eso o recurrir a la solución israelí.
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