Margaret Thatcher ha muerto. Pero la que probablemente fuera una de las
figuras más influyentes, no sólo de Reino Unido, sino del mundo tras la Segunda
Guerra Mundial vive
a través de su legado.
Resumir lo que significó Tatcher en pocas palabras resulta imposible. Años
después de que la Dama de Hierro dejase el número 10 de Downing Street, el
efecto de sus políticas sigue notándose. Que se lo digan si no a escoceses y a
los ingleses del norte.
Glasgow es un ejemplo de una ciudad industrial que fue literalmente
abandonada a su suerte. Un sálvese quien pueda en el que el Gobierno de Thatcher
se lavó las manos. Aquello acabó en paro, crimen y depresión económica. Tan
severo fue que sólo ahora empiezan a levantar cabeza.
No sólo la industria y la minería sufrieron. La sombra de la Dama de
Hierro se deja notar en todas
las desregularizaciones que ha tenido Reino Unido desde entonces. Desde la
sanidad a la banca, pasando por la educación. Gracias a Maggie, los niños de
los colegios británicos dejaron de recibir su vaso de leche con cada comida en
el colegio.
Esas desregularizaciones no sólo fueron continuadas por su partido,
sino también por los laboristas. Hay quienes solían bromear con que el mayor
legado de Thatcher fue Tony Blair. Y es que para bien o para mal, tras ella
todos los políticos cambiaron su forma de actuar. Tanto conservadores como
laboristas, ninguno ha querido, sabido o podido alejarse de la influencia que
dejó la baronesa.
A nivel internacional, Margaret Thatcher también supo dejar su huella.
Tan odiada o querida, a partes iguales, como dentro de casa. Gran amiga de
Kissinger y Gorbachev, ayudó a Pinochet a eludir la justicia y al gobierno de Pol Pot en
Camboya y llamó terrorista a Mandela.
Por su parte, los tories son
hoy euroescépticos en su mayoría gracias a la Dama de Hierro. Nadie hizo más en
contra de la UE que ella. Y desde dentro. También es parte de su legado la
decisión de no meterse en el euro, algo que a día de hoy parece una de las
mejores decisiones derivadas del thatcherismo.
En Argentina la recordarán siempre por las Malvinas. En términos
domésticos, con el país en ruinas, la guerra le sirvió a Thatcher como una
plataforma propagandística inmejorable, desde donde recuperar popularidad e
inflamar el sentido patriótico.
Fue una jugada redonda: la baronesa salió reelegida para un segundo
mandato, donde llevaría a cabo la mayoría de privatizaciones. Sólo el servicio
postal se libró. Después, con
Major, Blair y Brown, llegaría la puntilla con la centralización del poder
en Londres y la pérdida de autonomía de los ayuntamientos.
Por todo esto y mucho más no es de extrañar que cientos de personas salieran
a la calle a celebrar su muerte. El odio a Thatcher y el thatcherismo sigue
vigente en muchos que aun hoy ven su huella en propuestas como la “Bedroom
tax” de David Cameron. Los que la idolatran tendrán su momento en el
funeral.
Siempre quedará como la primera mujer al timón del gobierno británico,
aunque nunca hizo mucho por promover el papel de las mujeres, ni en política ni
en la sociedad. Cuando entró al número 10 de Downing Street, había un 3% de
mujeres en los Comunes; al salir eran un 6,3%. Sin embargo, su ejemplo animó a
otras mujeres a imitarla.
Hay algo que sí debemos reconocerle, y es que la situación del país
cuando Thatcher tomó el mando era lamentable. El país iba de huelga en huelga,
con una tasa de desempleo alarmante y humillado tras tener que recurrir a un
préstamo del FMI.
Thatcher consiguió sacar al país de la ruina, aunque el precio a pagar
fuera demasiado alto para la sociedad. Pero dado que para Thatcher “la sociedad
no existe”, era un precio que la Dama de Hierro estaba dispuesta a pagar.
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