Kim Jong-un parece ponerse finalmente a la altura esquizofrénica de su
padre. Incluso está superando la audacia de su predecesor. El joven Kim ha
elevado la diplomacia nuclear que los norcoreanos han dominado durante años a
un nuevo nivel. Sin embargo, los peligros provienen de la falta de conocimiento
sobre los nuevos líderes más que de lo que realmente puede suceder al final.
La mayor parte de lo que está sucediendo ahora ha sucedido antes en algún
grado. EE.UU. y Corea del Sur hacen maniobras conjuntas de vez en cuando de la
región. Corea del Norte por lo general responde con dureza a las mismas. Y
Corea del Norte por lo general pone a prueba cada nuevo Primer Ministro del Sur
cuando éstos acceden a la oficina. Todo eso va de acuerdo con el guión.
Ni siquiera sería la primera vez que hay intercambio de disparos. Tan
recientemente como en los últimos tres años, Corea del Norte ha bombardeado una
isla surcoreana, que a su vez tomó represalias bombardeando las posiciones del
norte de donde salieron los disparos. Los norcoreanos -al parecer- también estarían
detrás del hundimiento de una corbeta surcoreana, un acto que no tuvo una
respuesta militar del Sur pero que cambió la forma de ver las provocaciones del
norte.
Hay, sin embargo, demasiados cambios para poder saber qué va a ocurrir esta
vez. Hay nuevos líderes de las dos Coreas y en China. Este último, el único
aliado de Corea del Norte, se ha distanciado recientemente de ellos al
sancionar el régimen de Kim en las Naciones Unidas por su prueba nuclear del pasado
año.
Pero en el aislamiento es donde reside la fuerza de Corea del Norte. La
dinastía Kim ha hecho del aislamiento un arma, y es en parte la razón por
la que ha sobrevivido durante tanto tiempo. Una sociedad abierta al mundo, como por ejemplo la iraní, no habría sido tan indulgente con las dificultades por las que está
atravesando el país a cambio de armas nucleares.
El discurso de amenaza al sur forma parte de esa estrategia. A pesar de
la reciente falta de alimentos debido a la hambruna y una mala cosecha, Kim ha
sido capaz de mantener a la sociedad de Corea del Norte unida en torno a su
liderazgo gracias al grito “que viene el lobo”, escenificado por los
surcoreanos y Estados Unidos.
Al llevar un mensaje de miedo constante, Kim se las arregla para
mantener la cohesión entre los coreanos del Norte. Esto puede ser ahora más
necesario que nunca, si los rumores de un fallido golpe de Estado el pasado
13 de marzo son ciertos.
Kim Jong-un, sin embargo, ha ido un paso más allá con ese discurso de
amenaza desde que accedió al cargo. Ha superado a su padre mediante el lanzamiento con éxito un satélite,
la prueba de otro cohete de largo alcance (que esta vez no funcionó) y la
reanudación del programa nuclear.
Estos últimos ensayos con éxito (el lanzamiento del satélite y la
prueba nuclear) pueden haber alentado al joven Kim a lanzar con impaciencia amenazas
que su país no puede cumplir, como atacar la América continental. Los últimos
movimientos como cortar las comunicaciones con el sur, prohibir el acceso al
parque industrial conjunto de Kaesong y apuntar las baterías de misiles y
artillería hacia el sur, indican en esa dirección.
La verdad es que nadie quiere la guerra. La capital de Corea del Sur,
Seúl, vería probablemente una lluvia de proyectiles desde el norte y poco se
podía hacer para minimizar el impacto. Sólo durante la primera hora del
conflicto, 500.000 rondas de artillería podrían llegar a la capital. Según
estimaciones conservadoras, el número de muertes sería de al menos 100.000 personas
sólo en la ciudad.
Photo AP |
Jean Lee, el jefe de la oficina de AP Pyongyang y uno de los pocos
periodistas occidentales en el país, dijo que incluso en medio de las amenazas
más recientes, "Dentro de Pyongyang, gran parte de la retórica militar se
siente como teatro."
La vida continúa en la capital norcoreana y "en un signo revelador
de que incluso los norcoreanos no esperan guerra, la línea aérea nacional, Air
Koryo, está añadiendo vuelos a su línea de primavera y se prepara para acoger
las decenas de turistas que esperan," comentaba Lee. Lo que de veras
interesa a Pyongyang es sentar a Seúl y Washington a negociar.
El resto de los actores no están más por la labor de ir a la guerra.
Japón no quiere volver a ser el blanco de un ataque nuclear y saben que están
dentro del alcance de los misiles de Corea del Norte. Los americanos, por su parte,
están seguros de que Corea del Norte no
puede golpear su territorio. Pero estando en plena retirada de Irak y
Afganistán, no tiene sentido involucrarse en lo que podría ser el conflicto más
sangriento desde 1945.
Por otro lado, China no está interesada en un conflicto en la zona. Centrada
en la economía, una guerra en la región amenazaría el crecimiento del país. La
afluencia de refugiados dentro de su frontera nororiental sería un problema
añadido. Además, si Corea del Norte es aniquilada, podría significar la
presencia de tropas de Estados Unidos en su frontera, mientras que el régimen
de Kim es ahora un cortafuegos que sería desventajoso perder.
La historia reciente nos dice que no es probable que la situación
actual escale a una guerra abierta. Pero como dice Foreign
Policy, "durante medio siglo, ninguna de las partes han creído que
los beneficios de iniciar una gran guerra eran mayores que los costes; la
preocupación es que el nuevo líder de Corea del Norte no podría sostener a la
misma lógica, dada su juventud e inexperiencia". Kim Jong-un no es un loco
como algunos lo pintan, pero nuestra mejor apuesta es que tampoco sea un suicida
y no sucumba a su inexperiencia.
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