Se ha hablado mucho en los medios sobre el triunfo
de la derecha en los comicios islandeses. Sin embargo, aunque lo cierto es
que la coalición de izquierdas ha sufrido una debacle, hay muchos más matices.
Para empezar, al igual que en Italia, Grecia y España, muchos partidos
pequeños han ganado en votos. Algunos se han quedado a las puertas de la
representación parlamentaria. Otros, como el partido pirata, entran con fuerza.
En total, del pastel que antes se repartían dos o tres fuerzas, ahora
un 25% de los votos han sido acogidos por partidos minoritarios. No obstante,
la mitad de éstos se han perdido por no haber alcanzado el mínimo para
representación parlamentaria que ha ido a otros partidos.
La fragmentación ha perjudicado a la izquierda. Pero también se han
visto castigados por las políticas
emprendidas.
Pese a ser puestos como ejemplo por la izquierda en países como España,
Irlanda o Italia, lo cierto es que la coalición derrotada no ha hecho una
política muy diferente de la llevada a cabo en la UE.
Recortes, control del déficit y austeridad han sido la tónica. A ello
se suma la afrenta que supone haber tenido que acudir a la UE a por ayuda. El
principal vencedor de estas elecciones, el partido ultranacionalista
Progressive Party, ha hecho caja con el fantasma de la pérdida de
autonomía.
Por su parte, en contra de la idea general fuera de Islandia de que
allí se ha perseguido a los banqueros, poco es lo que de veras se ha hecho al
respecto. De hecho, Alemania
tiene abiertos más juicios contra banqueros que la propia Islandia.
La revolución popular islandesa, admirada fuera, tenía a muchos desilusionados
dentro. La caída del nivel de vida, en parte debida a la devaluación de la
Krona, era de al menos un 30%. A eso hay que sumar una alta inflación (un
incremento del 75% desde 2005) y la ruina del mercado inmobiliario.
Pese a que las casas valían ahora entre un 30 y un 40% menos, muchas
hipotecas fueron firmadas en euros. Eso hacía que a la pérdida de valor de la
casa, se sumara la pérdida de valor de la Krona frente al euro; doblando las
deudas de los propietarios.
El gobierno de coalición eliminó cualquier deuda hipotecaria por encima
del 110%, pero eso aun dejaba a mucha gente en la ruina. Sin poder pagar sus
casas y con los precios por las nubes, la situación era complicada.
Una de las promesas del Progressive Party en estas elecciones ha sido
el eliminar un 20% de la deuda de las familias. A tenor de los resultados, la
estrategia funcionó. No han ganado, y no es probable que la lleven adelante,
pero les ha hecho aumentar en votos y escaños.
Al final, lo que ha hecho decantarse a la gente por castigar a la
izquierda ha sido sobre todo el desencanto.
Muchos pensaban que un gobierno de izquierdas acabaría con las políticas de
austeridad, encarcelaría a los banqueros y se mantendría independiente.
La realidad es que pese a sus intenciones, al final la coalición de
izquierdas no supo o pudo mantenerse fiel a sus ideales. El desencanto entre
sus votantes hizo que muchos se quedaran en casa y no votaran.
Eso junto a las razones expuestas arriba, explica la debacle de la
revolución soñada por muchos en Europa. Una revolución que tenía los pies de
barro y que sólo era fachada.
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