El ataque fue reclamado por el grupo islamista al-Sahbab. Los rebeldes sufrieron la semana pasada un duro revés tras una escaramuza de Estados Unidos que acabó con la vida de uno de los líderes de al-Qaeda en la región. De inmediato, el grupo clamó venganza y ésta ha llegado en la forma más dolorosa: dos ataques suicidas en el centro de la zona segura.
Aunque lo de zona segura, en Somalia, es un espejismo. Entre el complejo entramado de clanes, sub-clanes e incluso sub-sub-clanes que habita en Somalia y luchan entre sí, los islamistas se han hecho un hueco donde están muy cómodos. El gobierno, mientras tanto, lucha por sobrevivir. Y con eso les vale. Sólo unas pocas manzanas de Mogadiscio son controladas por el Gobierno central, y eso gracias a la fuerte presencia de cascos azules en la zona. De hecho, la situación es tan mala que el gobierno somalí está
Pero ellos no son los únicos que piden refuerzos. Los islamistas han llegado a Somalia con la intención de quedarse y para ello han lanzado una llamada a la Yihad en el país africano. Uno de sus militantes más famosos, Abu Mansour al-Amriki (“el americano”) vive allí y desde allí ha lanzado sus vídeos de propaganda, incluyendo una canción de hip-hop.
El objetivo no es fácil de cumplir. Somalia es aún demasiado remoto, demasiado aislado y demasiado xenófobo como para convertirse en un segundo Afganistán. Pero gracias a la ausencia de gobierno de cualquier tipo, al-Qaeda se siente como en casa, y como tal actúan. El mes pasado, al-Sahbab tuvo éxito secuestrando dos espías franceses que se encontraban entrenando fuerzas somalíes. Uno de ellos escapó, pero el otro sigue preso. Ahora los islamistas han revelado sus exigencias para liberar al agente francés; y éstas incluyen el típico cocktail al-Qaeda: detener el apoyo al débil gobierno somalí apoyado por la ONU y levar anclas de las costas africanas.
De hecho, esa tierra sin ley es la que ampara la razón de que los buques militares occidentales estén navegando a todo trapo en el golfo de Adén: los piratas. La situación, aunque ha mejorado, sigue siendo preocupante. Somalia por sí sola no puede ocuparse de los piratas, dado que carece de armada. Bueno, no del todo. Tiene unos cuantos barcos. Cayucos, para ser más precisos.
Así que con esa situación en mente, los gobiernos occidentales no pueden permitirse dejar de navegar esas aguas. De hecho, van a más. En España, por ejemplo, el gobierno ha autorizado a los barcos pesqueros a contratar mercenarios a bordo. Los franceses, por su parte, están tomando otro enfoque. Tres rescates en dos años han hecho proponer al gobierno un impuesto para estúpidos, que prevé cargar a aquellos que tengan que ser rescatados en el futuro por su imprudencia.
No obstante, esto no parece que vaya a tener un gran impacto a corto plazo. Según Andrew Scutro, los piratas han atacado incluso buques militares.
Ugandan AU Peacekeepers
Photo: Reuters
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