Seguimos siendo racistas

Se acerca la Navidad e inevitablemente la televisión se llena de mensajes de paz, amor y reuniones familiares. Es curioso, porque mientras unos se afanan en que nos unamos, otros apuestan por marcar las diferencias. Que ojo, no es nada malo e incluso soy el primero en hacerlo, pero acaba siendo enfermizo cuando se lleva al extremo.

Estados Unidos ha sido criticado multitud de veces en los últimos anos por su desprecio a todo el que no fuera WASP. Parece que eso va a cambiar con Obama. Su Gobierno va a incluir minorías de todo tipo y color (gays, mujeres, negros, hispanos, judíos, asiáticos). Esto cada vez se parece más al chiste de “un alemán, un francés y un español”. De nuevo, Estados Unidos muestra su carácter regenerador y su gran adaptabilidad. Ojalá fuera igual con todo.

Mientras tanto en Europa, la Vieja Europa, la que se vanagloriaba de haber dejado atrás el racismo por la integración, las cosas no podrían ser más distintas. Desde el rebrote del nazismo en Alemania a la difícil adaptación de los árabes a sus ciudades -y las suspicacias que presentan-, dando lugar al llamado Euroarabismo. Todo ello pasando por el ya conocido antisemitismo, que cada vez esta más extendido internacionalmente y aumenta a niveles muy preocupantes. Eso sí, estos no se quedan atras y bastan un par de descerebrados judíos -ayudados por el hundimiento de la izquierda israelí- que se ocupan de dar razones para que otro par de descerebrados los odien. Y en medio de todo ello, rizando el rizo y en el summum de la estupidez, los nazis hebreos.



Lo irónico de estos últimos es que además son inmigrantes beneficiarios de la Ley del Retorno israelí. Normalmente es al revés cuando se producen los brotes de xenofobia, del natural del país contra los de fuera. Y los inmigrantes suelen ser los primeros en sufrir las crisis. Son prescindibles, y una vez han sido usados y ya no sirven, se devuelven. Como si fuera la camiseta que te compraste y no te gusta.

No obstante, pocos reconocen que la inmigración es necesaria. A ambos lados del Atlántico, pero sobre todo en países con baja tasa de natalidad, como en Europa. Sin inmigración africana, los campos mediterráneos de países como España o Italia estarían faltos de mano de obra. E incluso más al norte, en países como Irlanda, existe cierta preocupación con qué van a hacer los polacos afincados en el país. Son muchos, y pueden reactivar la economía irlandesa -en recesión-, o hundirla. Sobre el terreno, hay de todo: algunos se quieren quedar, otros vuelven a Polonia... ¡a cobrar el paro irlandés! Algo que el propio Gobierno polaco fomenta, por cierto.

Sin embargo, un cúmulo de factores -crisis financiera, cambio climático, envejecimiento de la población- puede hacer que el flujo migratorio cambie en el próximo siglo. La verdad, creo que le vendría muy bien a muchos países, demasiado xenófobos para un mundo global -que en verdad solamente es global para unos pocos y en un único sentido.

Siempre he creído que el racismo y la xenofobia se curan viajando. O mejor aun, viviendo fuera. Cuando te ves inmerso en otra cultura, otro idioma y hasta la hora de tomar el almuerzo cambia, tus prioridades se transforman. No es algo fácil de aceptar. Que se lo digan a los abogados estadounidenses, a los que la saturación del mercado y la crisis financiera está obligando a desplegar alas fuera de sus fronteras. Muchos bufetes mandan ahora a sus empleados a lugares más rentables como Shangai, Dubai o Bombay. Y si no, bye bye.

Otros países como España podrían verse amenazados seriamente en un futuro próximo por el cambio climático y serían forzados a emigrar. Greenpeace lo ha advertido varias veces ya con anuncios y videos muy alarmistas. Incluso desde la ONU se ha advertido a los incrédulos. De poco servirá mientras éstos sigan creyendo en los análisis científicos de sus familiares más que en los de los laboratorios. O mientras sigan recibiendo dinero de petroleras como Exxon Mobile.



Ya habrá tiempo, si es necesario, de pedir ayuda por las buenas o por las malas al Tercer Mundo. Si es que para entonces aun les queda algo por exprimir. Occidente hincha el pecho autoproclamándose salvador del mundo mientras deja aquellos lugares donde no hay nada de valor que robar que se consuman lentamente.

Luego, eso sí, nos extrañará que los pescadores a quienes se les quitan los peces se conviertan en piratas. O que intenten sacar nuestras empresas de su suelo, el que perforamos para su bienestar, habráse visto. O que los oprimidos a quienes íbamos a liberar carguen ahora zapato en mano contra su liberador.

Ingratos.





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