Y es que, reconozcámoslo, por mucho que nos guste Obama -y me incluyo aquí. De momento sólo ha lanzado la promesa de un mundo nuevo, pero poco se ha revelado hasta la fecha de ese paraíso terrenal. Sí, ha habido pequeños gestos, sobre todo destinados a romper con su predecesor. Ha sucedido, por ejemplo, que por primera vez un presidente estadounidense ha condenado -y no ha apoyado- un golpe de estado de la derecha en Latinoamérica. También las torturas y Guantánamo están lentamente borrándose. Pero por lo demás, todo lo que tenemos son sólo promesas por cumplir. Y no parece que vaya a ser fácil hacerlo.
La más sencilla se antoja en lo relativo a las armas nucleares. Obama ha prometido un nuevo trato que disminuya los arsenales nucleares del mundo, o al menos el de sus dos mayores potencias. Es de esperar que los rusos acepten, a fin de cuentas sus arsenales cuestan mucho dinero en mantenimiento y no andan sobrados de ello. Pero incluso aunque eso ocurriera, una disminución de los arsenales ruso-americanos no supondría ningún cambio significativo. Sólo acercaría su poder relativo al de China, por ejemplo. Y otros países que pudieran seguir el ejemplo (Reino Unido, Francia o la propia China) no son aquellos que más peligro suponen (Israel, Pakistán, India, Irán). El problema se mantendría; sólo seríamos capaces de matarnos menos veces seguidas.
El presidente estadounidense también ha prometido una nueva era para Oriente Medio. Pero de momento, los avances son mínimos. Sus discursos han sido geniales, de eso no hay duda. En Turquía y el Cairo Obama ha sabido conectar con gran parte del mundo musulmán que había perdido la fe en América. Pero en lo que de verdad importa de momento ha fallado. Irán sigue desafiante. Los asentamientos israelíes están lejos de dejar de crecer y los palestinos han perdido su fe en el nuevo chico. Unido al escándalo y rabia por la actuación de la propia Autoridad Palestina en el consejo de Derechos Humanos de la ONU en lo concerniente al Informe Goldstone, la situación es si cabe peor que en 2008. De hecho, algunos medios israelíes incluso alertan del resurgimiento de una nueva intifada.
Pero sin duda, el mayor problema de Obama es y será Afganistán. Una vez casi fuera de Irak, la ahora ya conocida como “la guerra de Obama” va a requerir de todo el sudor, sangre y lágrimas que aun les quedan a los americanos -y europeos- para conseguir réditos. Y del éxito de esa misión, probablemente, dependerá la valoración de Obama en la Historia.
Pero todo eso, de momento, es sólo parte del futuro. Aun no hay logros. Y el Nobel es prematuro.
Sus escritores de discursos, sin embargo, ésos sí debían haber recibido un Nobel. El de Literatura.

Photo: Jonas Karlsson
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