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Sunday, June 16, 2013

Los viejos hábitos son difíciles de erradicar




Vivimos en un mundo radicalmente opuesto al de la Guerra Fría. De hecho, es un periodo de tiempo que para todos ha quedado atrás. No más temor a un holocausto nuclear. En las películas de Hollywood, los malos son ahora terroristas árabes y no soldados comunistas.

También la era de la carrera armamentística se ha dejado atrás. No sólo los arsenales nucleares están disminuyendo. Los ejércitos en general están cambiando sus prioridades. Reino Unido ha dejado de poner su énfasis en submarinos nucleares. Rusia va por el mismo camino con sus submarinos.

La guerra ha cambiado. Ya no se necesitan grandes ejércitos para luchar con otras naciones, sino drones para atacar a distancia, vehículos acorazados que resistan minas caseras y tácticas antiguerrilla con ejércitos más compactos.

Ni siquiera Estados Unidos quiere ser un policía del mundo como hasta ahora ha hecho. Su intervención en Libia fue a la par que la francesa. En Malí sólo aportó medios auxiliares. Y de Siria no quiere ni oír hablar.

Claro que una cosa es querer abandonar viejos hábitos y otra bien distinta hacerlo. Todavía quedan vestigios de la Guerra Fría que están bien activos. El más interesante es el caso del espionaje.

Durante los 90, el avance de la tecnología hizo que las agencias de espionaje decidieran gastar menos en información de fuentes humanas y más en ojos digitales. Los satélites les daban toda la información que creían necesitar. Sin embargo, el 11-S cambió el panorama y desde entonces los espías están viviendo una segunda juventud.

El último episodio con la captura de un espía americano de la CIA en Moscú ilustra que poco ha cambiado. Llevaba varias pelucas, una brújula, un bloqueador de interferencias (papel de aluminio) y como único elemento del siglo XXI, un teléfono móvil.

Anna Chapman
No es el único caso de espionaje reciente. En Londres, la muerte del ex agente del KGB Alexander Litvinenko ha dado pie a algunos a pensar que sus antiguos jefes estaban detrás del envenenamiento con polonio.

Mucho más sonada fue la captura de Anna Chapman y otros nueve espías rusos en Estados Unidos. Chapman pasó inmediatamente a convertirse en una celebridad.

Una faceta mucho menos reportada es la vuelta de los vuelos de reconocimiento. Durante los 60, los 70 y los 80, aviones rusos y estadounidenses rozaban o incluso llegaban a meterse en espacio aéreo extranjero. Una especie de juego del gato y el ratón, cuya finalidad eran comprobar si las defensas del otro estaban alerta o no.

Rusia ha vuelto a hacerlo varias veces desde 2012. Bombarderos de largo alcance asoman esporádicamente por el ártico y prueban la paciencia de sus vecinos. A ese respecto, Suecia ha suspendido el examen. No ha sido la primera vez que aviones rusos han entrado en su espacio aéreo y los suecos no han sabido responder a tiempo.

Esta estrategia probablemente forma parte de otra guerra solapada que se empieza a gestar: la batalla por el Ártico. Pero esa es una historia para otro día.

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¿Tienes miedo? Esto funciona así. Primero haces aquello que te infunde temor y es luego cuando te entra el valor.


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