Siempre me he preguntado por qué los italianos se empeñan una y otra vez en reelegirle. A fin de cuentas, la mayoría de nacionales de dicho país que conozco, o bien no le soportan o bien les parece un gilipollas. Que a fin de cuentas viene a ser lo mismo.
Il Cavalieri, como le gusta que lo llamen, forjó su imperio mediático-deportivo-político y después se echó a dormir. Apuntalado en una clase política con larga tradición corrupta y con una oposición desbandada e incapaz, el imperio de Berlusconi parece no tener final a la vista.
Durante el tiempo que lleva en política le ha dado para enfadar a los musulmanes diciendo que eran una raza inferior a los occidentales, a los alemanes por compararlos con los nazis, a las víctimas de Mussolini afirmando que había sido un “dictador benigno” que no asesinó a nadie, sino que mandó a sus opositores “de vacaciones”, a los finlandeses por coquetear con su presidenta, a las feministas en múltiples ocasiones (como tras decir que la razón para invertir en Italia debían ser sus “guapas secretarias”), a los chinos por insinuar que los comunistas “comían niños” o los “hervían para usarlos como fertilizante”... Incluso al idolatrado Obama y la comunidad negra en general, de quien dijo que lucía un bonito “bronceado”.
Sin embargo, quizás su festival del humor particular más importante ha sido durante este año. En lo que llevamos de 2009, ya justo después de empezar, Berlusconi hizo unas declaraciones bastante sexistas sobre las mujeres italianas violadas, argumentando que iba a ser imposible protegerlas porque “eran demasiado guapas”.
Más tarde, en el G20, escandalizó a la Reina Elizabeth II gritando para llamar a Obama a pleno pulmón en medio del salón. Al día siguiente, llegó tarde a la foto de grupo con la prensa mientras todo el mundo le esperaba a él. El motivo de su ausencia es que estaba hablando por teléfono.
Ya en el mes pasado, tras el terremoto que devastó L’Aquila, acabó con la vida de casi 300 italianos y destrozó miles de casas, Berlusconi se dirigió a los que lo habían perdido todo diciéndoles que lo mejor que podían hacer era tomarse aquello como “un fin de semana de camping”. No contento con eso, también les recomendó días más tarde que acudieran a IKEA para renovar los muebles.
El último episodio ha sido la demanda de divorcio presentada por su mujer, Veronica. La causa argumentada es que Silvio acudió al cumpleaños de una chica de 18 años en Nápoles y le regaló un collar de oro. Berlusconi, según la propia Veronica, nunca asistió a ninguna fiesta de cumpleaños de sus propios hijos, y eso no hizo sino disparar las sospechas de infidelidad (una más, tras las quejas abiertas por “escoger” para su partido a muchachitas jóvenes y guapas pero sin experiencia política) dentro del matrimonio.
La defensa de Il Cavalieri se ha basado hasta el momento en unas fotos de la fiesta que, según él, reflejan que fue totalmente “inocente” y que no ocurrió nada. Ahora bien, el montaje salta a la vista. Sobre todo en algunas. Y ya que estamos jugando con el Photoshop, bien podrían haberse divertido de verdad, como ilustra esta galería.
Y después de todo esto, ¿de verdad le siguen votando?
Photo: Reuters
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