Pesadilla en Wall Street (fuera de la bolsa)

Cuando el pasado 27 de abril los neoyorquinos vieron un enorme Boeing 747 sobrevolando la ciudad a muy baja altura y escoltado por dos cazas, se temieron lo peor. Las ventanas de los rascacielos resonaron, los ascensores y escaleras de Manhattan se llenaron de gente histérica. Todos querían salir de los edificios. En la mente de los ciudadanos está grabado a fuego el 11 de Septiembre.

En verdad, todo era un inofensivo operativo. El avión -concretamente un VC-25, la versión modificada del 747 que transporta al presidente estadounidense en sus viajes- estaba ejecutando una sesión fotográfica. El objetivo era encuadrar la estatua de la libertad y el “Air Force One” –sólo cuando Obama viaja en él- en la misma instantánea.

Todo estaba preparado al detalle para dar una estupenda inyección de publicidad -como si la Administración Obama la necesitara-. Todo salvo un pequeño detalle: nadie avisó a los neoyorquinos. Ni siquiera a Bloomberg; el alcalde de la ciudad no sabía que un avión iba a sobrevolar la zona cero a baja altitud. ¡La zona cero del 11-S! Si vas a hacer volar un avión a baja altitud en Nueva York, mejor que sea en el JFK o La Guardia, o como mucho en el Hudson. Pero, ¿La zona cero? ¿De verdad?

En cuestión de segundos, como ocurriera con el amerizaje en el Hudson, la psicosis colectiva hizo que las centralitas de los servicios de emergencias se colapsaran con llamadas mientras todo el mundo miraba al cielo con recelo (y unos cuantos, grabando por si acaso). Por un día, Wall Street vivió el pánico no sólo dentro de la bolsa, sino fuera.

Tras saberse la verdad del asunto, los Republicanos se frotaban las manos. Aparentemente, sólo había una persona aparte del Presidente que pudiera haber autorizado la operación: el vicepresidente Biden.

La Casa Blanca, inmediatamente lanzó una investigación al respecto. Al final resultó que no fue cosa de una broma de Biden, sino que el culpable era Louis Caldera, el director de la Oficina Militar de la Casa Blanca (WHMO por sus siglas en inglés). Su dimisión se produjo acto seguido de conocerse al culpable -era eso o ser destituido.

Junto con la dimisión, se desvelaron más detalles de la operación (un cúmulo de despropósitos en la cadena de decisión) y, entre otras cosas, que la foto salió bastante cara, no sólo a Caldera, sino también a los contribuyentes: 328.835 dólares. Con lo fácil que hubiera sido hacerla con Photoshop.

Ayer decía Obama en tono jocoso una cena con periodistas y personalidades que en los próximos cien días “considerará perder la calma”. Bueno, en público no lo ha hecho aun, pero en privado, según sus ayudantes, el 27 de abril aparecieron unas cuantas canas más en su cabeza.