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Thursday, September 10, 2009

Así no

Parece que todo está a punto de irse a la mierda en Afganistán. Eso si es que no lo ha hecho ya. Problemas, problemas y más problemas es todo lo que se ve en el horizonte de la ISAF a corto y medio plazo.

Las elecciones presidenciales afganas eran vistas como un supuesto punto y aparte. Un nuevo comienzo de la relación con Afganistán, algo más a añadir a las nuevas políticas sociales desarrolladas por el General McChrystal.

Nada más lejos de la realidad. Cada día las alegaciones por fraude electoral crecen de forma exponencial. Muchos votos han sido ya enviados de vuelta con el fin de ser revisados o directamente rechazados por considerarse fraudulentos. Aun así, Hamid Karzai ya es, en principio, presidente sin necesidad de una segunda vuelta al haber superado ese mágico 50% más un voto necesarios.

Sin embargo, nadie se atreve a proclamarlo con rotundidad (salvo el propio Karzai). Según los números de la propia Comisión Electoral Independiente, cerca de 150.000 votos podrían formar parte del fraude. Representan en torno a un 5% de los votos totales.

Y eso es sólo lo que el organismo oficial reconoce. El recuento final podría ser mucho mayor. Según publica Mónica Bernabé en El Mundo, la Comisión Electoral Independiente (IEC por sus siglas en inglés) está tomando como válidas muchas papeletas que no deberían serlo. Las reglas electorales afganas estipulan que si en un determinado colegio más del 90% de los votos corresponden a un solo contendiente, deberán ser estudiados bajo la posibilidad de fraude.

Sin embargo, sólo están aplicando la regla -y a regañadientes- en los casos donde hay más de un 95% de votos favorables a uno de los contendientes. Aun hay muchos distritos -sobre todo en el sur- que otorgan una amplia mayoría a Karzai. Resulta cuanto menos sospechoso que en zonas controladas por los Talibán, donde los periodistas -e incluso los observadores- occidentales sólo pudieron contabilizar una docena de votos porque nadie fue a votar, al final resulten en centenares de papeletas para Karzai.

Los votos fraudulentos no son las únicas alegaciones. También hay miles de papeletas destinadas a candidatos que se cayeron de las listas a última hora. Sus nombres estaban escritos en los sobres de voto, porque se imprimieron mucho antes. Según las reglas afganas, estos votos son completamente válidos. No para la IEC. A fin de cuentas, cada voto de menos a sumar al total de emitidos es un par de votos menos necesarios para Karzai para poder alcanzar la mayoría absoluta.

Pese a todo, Gordon Brown y otros líderes occidentales han alabado la victoria de la democracia en Afganistán (sic). Sin embargo, unas elecciones amañadas no es el peor de los problemas de la ISAF. La guerra que allí se libra no será ganada en las urnas o en los campos de batalla, sino ganando el corazón de las gentes. Y ahí es donde la OTAN ha sufrido un serio revés.

El pasado fin de semana, decenas de civiles murieron en un ataque aéreo de la OTAN cuando dos camiones cisterna rodeados de civiles fueron destruidos.

El General McChrystal, al mando del contingente americano desplegado en el país, ha desarrollado unas nuevas reglas de enfrentamiento que se centran en un enfoque más suave y negociaciones con los Talibanes. Es la nueva estrategia de Obama. Incluso se ha distribuido un libro con las nuevas directrices entre los comandantes. Éstas van desde no conducir como locos en la M-30 a priorizar el programa “Human Terrain”. Y por supuesto, reducir los ataques aéreos.

Todo ello se fue a la mierda el pasado fin de semana en una enorme bola de fuego. Un centenar de muertos y unos fuegos artificiales de escándalo son una propagando pro-Talibán mucho más eficaz que cualquier campaña de televisión. De hecho, que los Talibanes están ganando el control de zonas que antes tenían perdidas es una realidad. Incluso en áreas donde antes del 2001 su presencia era anecdótica (como el oeste, donde está destacado el contingente español).

Aun peor. El incidente ha creado aun más fricción entre los aliados. La responsable del ataque fue Alemania, que en lugar de enviar una patrulla de soldados decidió acabar por la vía rápida con la amenaza. Esto ha vuelto a encender la disputa entre Estados Unidos y varios países europeos, a quienes los americanos acusan de estar sentados en sus bases sin hacer nada. Sólo el Reino Unido, Canadá y Holanda han participado activamente; el resto se limitan a mantener una presencia simbólica sobre el terreno.

Si Occidente no puede garantizar la seguridad a los afganos ni entregarles la democracia, el único argumento que le queda a la OTAN es la ayuda que entra en el país. Mal asunto pues, ya que se calcula que el 85% del dinero gastado en Afganistán acaba directa o indirectamente en manos de los Talibán. No sólo el dinero, también las armas.

No es de extrañar pues que muchos afganos vean a los extranjeros como cajeros de donde sacar dinero. Y no es de extrañar tampoco que la moral en la retaguardia de occidente esté más baja que nunca.




U.S. Soldiers conduct a key leader engagement at Shabow-Kheyl, Afghanistan on April 8, 2009.
Photo: UPI Photo/Christopher T. Sneed/U.S. Army

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