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Thursday, September 10, 2009

Los problemas de Alemania en Afganistán

Tras matar más de 100 personas (en su mayoría civiles) en un ataque aéreo la pasada semana, las fuerzas armadas alemanas están en el ojo del huracán, tanto a nivel externo como interno.

La escaramuza acabó siendo la acción más sangrienta en envolver al ejército alemán desde la Segunda Guerra Mundial y obviamente está atrayendo la atención desde todos los frentes de un ya de por sí sensibilizado país. Los fiscales en Postdam ya están estudiando qué cargos podrían imputársele al comandante que ordenó el ataque. Pero probablemente, el mayor ataque a nivel interno ha sido para la opinión pública.

La visión de Afganistán para los alemanes es la misma que para muchos otros países europeos. Sus ciudadanos “creen” que sus tropas están allí para poco más que como policías, como en los Balcanes en los 90. España, otro país con los mismos problemas y mismas críticas que Alemania, es un buen ejemplo de ello. La Ministra de Defensa española, Carme Chacón, se ha referido en el pasado a los Talibanes como “criminales”, “bandidos”, “narcotraficantes”, “bandas organizadas” o incluso “delincuentes comunes”. Cualquier cosa menos Talibanes, insurgencia o terroristas, para mantener a la opinión pública adormecida. Algo similar ha ocurrido en Alemania, aunque no tan extremo.

Sin embargo, mantener esas afirmaciones tras un reguero de cien muertos es difícil. Cien cadáveres apestan, y mucho. Así que la línea oficial que dice que los soldados alemanes están para garantizar la paz ha sido puesta en duda una vez más. Y Merkel, como Chacón, Sarkozy y Brown, se ha puesto nerviosa y quiere largarse de allí lo antes posible.

Externamente, el incidente ha provocado un nuevo roce en las relaciones germano-americanas. Las directrices de McChrystal relegan los ataques aéreos a la última posibilidad, sólo como última línea de defensa y en el caso de que los soldados aliados estén en peligro inminente. Sin embargo, ningún soldado alemán estaba en peligro inminente esta vez.

Más bien lo contrario. La cadena de acontecimientos dice que dos camiones cisterna cargados de fuel fueron robados por los Talibanes. Más tarde, un tipo los localizó en un pueblo donde los Talibanes estaban repartiendo el combustible entre la población.

Mandar una patrulla a pie era muy arriesgado, así que los alemanes enviaron un par de jets para bombardearlo directamente y evitarse problemas. Mandar una patrulla para comprobar los resultados seguía siendo peligroso, así que -unas cuantas horas más tarde-, los alemanes enviaron un UAV para comprobar si había víctimas civiles. Obviamente para entonces los afganos, que tienen la mala costumbre de no dejar a los muertos al aire libre por varias horas, habían retirado ya todos los cuerpos.

Tras esta cadena de errores, es de comprender que McChrystal estaba visiblemente irritado. Una visita a las tropas le enfureció aun más. Así que decidió castigar a los alemanes donde más les duele: dejándoles sin cerveza. Y es que, hasta ahora, si por algo eran conocidos los soldados alemanes en Afganistán era por engordar y beber cantidades increíbles de cerveza. Ése había sido hasta ahora su máximo logro.

El castigo va a doler.


Bundswehr soldier in Kunduz province
Photo: Reuters

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