Afganistán ha sido desde el inicio de la campaña presidencial una guerra clave y justa para Obama, no como Irak. Quizás por ello el equipo del nuevo presidente se está esforzando en aumentar no sólo la ayuda militar, sino también la coordinación, la ayuda diplomática -y no sólo en Afganistán- y la económica. Aunque esta última habrá que vigilarla más de cerca.
También habrá que vigilar mejor cómo actúan estos nuevos soldados. Según las últimas cifras, las bajas civiles causadas por la OTAN han aumentado un 30% con respecto al año pasado. Esto es, 829 personas. Los talibanes, supuestamente los malos de la película y los que maltratan a la sociedad afgana, mataron 1.160 civiles. La diferencia, realmente, no es tan grande.
La sociedad afgana demanda menos promesas y más hechos. Más aun cuando Estados Unidos se permite el placer de fijar cuándo una cifra de civiles muertos es algo aceptable -el número mágico es 30- como para ser un “accidente” o se contenta con pagar 2.000 dólares por muerto. En los números totales, eso es calderilla.
Y aun más sangrante teniendo en cuenta que la ayuda económica de la que antes hablábamos, aparte de desperdiciarse -como ya habíamos avanzado aquí-, no revierte en beneficios locales, sino que vuelve en un 40% a los donantes. En 2005 se calculó que los afganos habían recibido en ayuda 57 dólares per cápita, cuando en Bosnia se habían gastado 679 y en Kosovo, 526.
En verdad la guerra es un gran negocio. Para algunos.
Foto: US MoD
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