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Thursday, April 16, 2009

Difícil solución (o al menos, ninguna fácil)


Las guerras asimétricas se han convertido en el punto central de los conflictos actuales. Obviamente, en el mar no iba a ser distinto.

El problema de los piratas somalíes afecta de manera grave sobre todo a Europa, que puede ver cómo los precios de los productos de consumo aumentan para compensar los riesgos del transporte. Por ello Estados Unidos, Rusia y China han tardado tanto en sumarse a las patrullas marítimas conjuntas, porque no les afecta directamente.

La zona donde operan los piratas es clave para el comercio marítimo entre Asia y Europa. Por allí pasan cada año más de 21.000 barcos. A ellos hay que sumar el intenso negocio pesquero de los barcos europeos (sobre todo).

De hecho, esto último es lo que ocasionó el auge de la piratería. Hace veinte años, los ahora bandidos del mar eran simples pescadores. Los grandes pesqueros europeos, utilizando técnicas de arrastre, lograron esquilmar la pesca de la zona. Por ello, los pescadores decidieron tomarse la justicia por su mano.

Lo que empezó como un cobro de un impuesto revolucionario ha derivado en un problema mayor. Ser pirata sale rentable, pese a los peligros. Y lo irónico de todo el asunto es que finalmente, la piratería ha logrado su objetivo inicial. Según la revista Warship International Fleet Review, la presencia de los atuneros extranjeros ha descendido a la mitad.

Todo esto podría haberse evitado de haber existido un Estado central fuerte en Somalia. Pero durante años no ha habido nada. La caída del Estado de Somalia y las sucesivas oleadas de armas y conflictos (EEUU, Al Qaeda, Etiopía) dejó una extensa zona del Cuerno de África a su suerte y con un inmenso arsenal a disposición. No llega a ser un Estado fallido, porque no hay siquiera Estado. Es sólo un área sin gobierno entre sus vecinos y el mar.


Las soluciones al problema no son fáciles. Noah Sachtman propone varias. Enviar la Armada (ya están allí, de hecho) y matar a los piratas que secuestren buques (como en el episodio del capitán Phillips) parecen ir acorde con la visión de un 72% de los americanos, que piden más acciones duras contra los piratas.

Pero no parece tarea fácil coordinar varias armadas. Además, no parecen surtir mucho efecto. Es cierto que durante los primeros meses de 2009 la fuerza conjunta desplegada en la zona tuvo cierto éxito relativo. Disminuyeron los ataques y todo parecía una mala pesadilla a punto de pasar página. Pero fue un mero espejismo. En cuanto ha vuelto el buen tiempo, con la primavera, los piratas han vuelto y más fuerte que nunca.

En cuanto a la posibilidad de matar a los piratas, las posibles venganzas contra otros barcos hacen que muchos marinos desestimen esa opción como válida. Y la opción de las armas no letales, sólo les ha funcionado a los japoneses. Por lo general, prefieren que sus armadores paguen rescates a que los militares alojen balas en los cuerpos de los piratas. Por eso mismo, dejar de pagar rescates tampoco funcionaria. Siempre habría alguien que pagara y desestabilizara la estrategia del resto.

Otras opciones como formar convoyes o armar a las tripulaciones tampoco reciben el agrado de las navieras. Formar convoyes funcionó durante la Segunda Guerra Mundial, pero los retrasos en la formación de estos supondrían pérdidas millonarias para los armadores. La opción de armar a las tripulaciones, por el otro lado, choca frontalmente con la voluntad de éstos. Los marinos son los primeros que no quieren armas a bordo.

Si no mandamos a los militares ni armamos a los tripulantes, sólo queda una opción: contratar mercenarios que protejan los barcos. En ese sentido va la propuesta de Ron Paul, candidato presidencial republicano en las últimas elecciones, que sugiere repartir “Patentes de Corso” a ciudadanos para que luchen contra la piratería.

Los profesionales como Blackwater Xe, ya dijeron hace tiempo que están por la labor, pero los armadores no tanto. Ellos no pueden afrontar las facturas que Estados Unidos paga en Irak o Afganistán. La otra opción en este sentido que baraja la Armada americana es pagar a piratas somalíes para que actúen contra sus hermanos. Es decir, copiar la táctica empleada en el Éufrates con los “Hijos de Irak” para aplicarla en alta mar.


Pero probablemente la única solución verdaderamente viable, segura y duradera sea implementar un gobierno estable en Somalia y atacar a los piratas en tierra firme. Las guerras de Barbería se solventaron únicamente cuando se consiguió tomar el refugio pirata en tierra firme, en Argel. Y la ONU ya autorizó en 2008 las operaciones sobre suelo somalí contra los piratas.

El problema reside en que pocos gobiernos están dispuestos a meterse en Somalia con tropas. Etiopía lo hizo porque le convenía, para curarse en salud y evitar problemas en su propio patio trasero. Tal vez Kenia podría ser convencida para intervenir por el mismo motivo. Pero para los demás países el mero peligro de los bucaneros no va a ser suficiente.

Estados Unidos, inmerso en tres guerras asimétricas en Irak, Pakistán y Afganistán, no va a querer meterse en una más, aunque lo considere de momento. Europa menos aun, si ya se implica más bien poco en las otras dos. China sólo empezó a buscar ayudar hace apenas dos meses y Rusia ni siquiera forma parte de la fuerza conjunta y va a su aire. De hecho, de momento el único país que ha tenido mano dura con los piratas -aparte de Estados Unidos- ha sido Francia, y de sus nueve intervenciones, sólo una se dio en tierra firme.

No obstante, el Secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, está por la labor de intentar crear algo parecido a un estado en Somalia. Sin embargo, esta decisión contrasta con que la ONU en diciembre del año pasado decidiera abandonar su misión en la zona. Obama apuesta asimismo por tener mano dura con los piratas. Y la Secretaria de Estado estadounidense también ha elaborado sus propuestas en este sentido, y propone mejorar la situación en Somalia (aunque no dice cómo).

Clinton también sugiere otras tres medidas: las ya citadas de aumentar la coordinación internacional y modernizar las defensas de los buques; y otra más novedosa, congelar los activos de los piratas. Pero esta última, aunque novedosa y puede que funcionara, se antoja complicada de llevar a buen puerto.

Para empezar, en un Estado sin Estado, el control sobre los bancos parece algo de ciencia ficción. Y para continuar, los rescates no son pagados por transferencia bancaria, sino en metálico, en bolsas de deporte o de basura y lanzados desde helicópteros sobre un terreno predeterminado o cambiados de mano a mano. Y los piratas rara vez guardan ese dinero en los bancos por la misma razón expuesta al principio: el nulo control de éstos. Está más seguro bajo el colchón de sus casas.


De momento, algunos como Abu Muqawama ven signos en la política de Obama en la zona que indican que habrá una intervención pronto. Sea como sea, hasta que eso ocurra, el Cuerno de África seguirá siendo el lugar más peligroso sobre la faz de la tierra. Y cada vez más.

El primer ministro somalí, Omar Abdirashid Ali Sharmake, afirma que con el dinero obtenido de los rescates -una gran suma en los últimos meses- los piratas pueden comprar más armas, más equipamiento y más contactos.

Hasta hace poco atacaban con viejos Kalashnikovs, de día y a barcos cercanos a la costa; carecían de medios e información mejores. Sin embargo, como sugiere David Axe, ahora gracias a una red de espías que incluye políticos y agentes aduaneros en puertos repartidos desde Port Said a Mombasa y Dubai, los piratas saben en todo momento qué barcos están dónde y cuáles se pueden arriesgar a atacar y cuáles no. Por su parte, el inicio de asaltos en la oscuridad de la noche sugiere que los bucaneros podrían estar accediendo a nuevas tecnologías de visión nocturna, aparte de sus GPS.

Por eso Sharmake pide ayuda para combatirlos. Pero introducir más armas en un país plagado ya de ellas parece una operación demasiado arriesgada como para llevarse a cabo. La última vez que ocurrió, miles de somalíes desertaron del ejército con sus uniformes y sus armas. Aunque a largo plazo, el problema sólo se solucionará cuando Somalia sea de verdad un Estado, hoy por hoy no podemos delegar esa misión en los propios somalíes, ya de por sí demasiado armados.

Mientras tanto, tal y como dice el Economist, el mejor aliado de los cargueros seguirá siendo el mal tiempo. El monzón empieza a soplar a finales de mayo y continúa hasta agosto. Esperemos que este año dure un poco más.



Photos: EPA / Veronique de Viguerie / Reuters / Jehad Nga

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