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Monday, April 13, 2009

Ser mujer en Afganistán

Es comprensible que los talibanes intenten apuñalar por la espalda a los estadounidenses en Afganistán. Lo que queda feo es que lo intente Hamid Karzai, presidente del país por obra y gracia de los Marines. Pero eso es precisamente lo que está ocurriendo.

La campaña de Afganistán se vendió en su momento como una lucha por la libertad y la democracia. En las televisiones de medio mundo aparecieron imágenes de mujeres totalmente tapadas, viviendo bajo la dictadura de sus maridos y sin derecho alguno, ni siquiera los más elementales. Se hizo de la liberación de la mujer afgana el símbolo de la cruzada antiterrorista en Asia central.

Ocho años después de aquello, la situación de las féminas afganas no ha mejorado. Y de entrar finalmente en vigor la ley aprobada a primeros de este mes, puede que incluso se estén dando pasos hacia atrás. En ella, entre otras cosas, se legaliza la violación dentro del matrimonio y se les prohíbe a las mujeres salir a la calle sin el permiso del marido.

Si no está siendo aplicada es sólo porque, debido al revuelo internacional generado -Barak Obama ha dicho que la ley es “aborrecible”-, el propio presidente afgano ha decidido pararla para revisarla.

No se trata de un capricho de los clérigos -aunque inicialmente lo fuera. La ley ha sido aprobada por el Parlamento y lleva la firma de Karzai. Un grave desliz por su parte que muchos han interpretado como una maniobra para ganar votos de los sectores radicales en las próximas elecciones. Mohammad Asif Mohseni, uno de las máximas autoridades religiosas del país y uno de los redactores de la ley, se escuda precisamente en que la ley pasó todos los cauces legales, incluyendo la firma de un presidente cada vez más incomodo para Estados Unidos:

“Los países occidentales reclaman que han traído la democracia a Afganistán. ¿Qué significa democracia? Que el pueblo es gobernado por el pueblo. Deberían aceptar que [los afganos] usemos nuestros derechos democráticos”.

Afganistán, aun tras el derrocamiento de los taliban, sigue regido bajo la Sharia o Ley Islámica. Aunque la polémica ley sólo afecta a la población chií (en torno a un 20%), Mohseni defiende que muchos de los artículos pueden ser aplicados también a las mujeres sunníes.

¿Como cuáles? ¿Tal vez el hecho de no poderse negar a mantener relaciones sexuales con su marido cada cuatro días? El clérigo puntualiza que la mujer se puede negar si “está menstruando, enferma, preparándose para una peregrinación, recuperándose del parto o durante el Ramadan”. ¿O quizás se refería a la prohibición de salir de casa sin el permiso del marido? “La ley es permisiva”, puntualiza Mohseni, “permite a la mujer salir a la calle sin pedir permiso por una urgencia medica”.

Alabado sea Allah.

Esto pone de manifiesto que democratizar Afganistán no va a ser fácil. Y no se va a solucionar con más tropas. No se puede hablar de democracia a alguien que no tiene agua corriente o electricidad. La democracia es una consecuencia de un alto nivel de vida de las clases medias, no algo que se pueda imponer desde fuera; menos aun en un país anclado (mentalmente) en la Edad Media. Lo que ha funcionado en Irak a duras penas no llegará a funcionar nunca en Afganistán si no cambian muchas cosas antes.

Irak, antes de Bush, era un país laico; Estados Unidos cambió un gobierno laico por uno de partidos fundamentalistas chiíes. La situación de la mujer en Irak retrocedió tres décadas tras la invasión Americana. Pero las mujeres iraquíes pueden considerarse afortunadas. Al menos saben lo que buscan, lo que pueden encontrar, lo que han perdido hace escasos seis años. Tienen la memoria fresca.

Afganistán sin embargo lleva desde los 80 sin saber lo que son unas mínimas libertades. Y que los americanos afirmen que en los 80 (bajo régimen comunista) los afganos tenían libertades, da una muestra de la situación afgana. Lo cierto es que en los 80, había muchas mujeres luchando codo con codo con los comunistas contra los muyahidines, esos fundamentalistas islámicos bien financiados por Estados Unidos entonces y que luego se tornaron contra él.

El tiempo dirá si Irak se convierte en otro Afganistán (y viceversa). De momento, las prioridades han cambiado. No se trata ya de ganar una guerra imposible de ganar, sino de no perderla. Mientras tanto, los parecidos entre una y otra cada vez son mayores.




Photo: Getty Images

PS. Petraeus, el General que consiguió pacificar Irak, intenta copiar ahora en Afganistán la técnica que siguió en el Éufrates: contratar milicias locales pagándoles para que actúen para Estados Unidos. Sólo un fallo: en Afganistán no hay milicias como las iraquíes; y “los Hijos de Irak”, la milicia contratada en Mesopotamia, no ha tardado mucho -una semana- en volver a atacar a los americanos tras cortarles éstos la paga.

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¿Tienes miedo? Esto funciona así. Primero haces aquello que te infunde temor y es luego cuando te entra el valor.


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