El lobby judío ~ DEFCON 3

Pongamos que usted está realizando su trabajo. Llega el jefe y le comunica que va a tener un ascenso. Es entonces cuando desde otros departamentos de la compañía, e incluso el suyo propio, empiezan a rastrear en su pasado para sacar su mierda a paseo y presionan públicamente mostrando su disgusto -o incluso rabia- por el ascenso para usted y no para ellos.

Estaríamos hablando de mobbing laboral. Salvo en política. En política eso se llama “lobby de presión” y no solo están autorizados sino que son la base de la mayoría de los legislativos nacionales.

No hay nada malo en pedir lo que crees te beneficia más. Pero cuando un sólo lobby aglutina tanto poder como para hacer, no que cambien ya las leyes, sino que alguien renuncie a su puesto, es como para empezar a preocuparse.

Es lo que le ha pasado en Estados Unidos a Charles “Chas” Freeman con el lobby judío. Freeman había sido nombrado por Obama como presidente del Consejo Nacional de Inteligencia. Básicamente, de lo que se encarga este órgano es de coordinar el trabajo de las distintas agencias de inteligencia estadounidenses.

Freeman tenía todo a su favor. Experiencia (había sido embajador en Arabia Saudí), el apoyo de otros 17 ex embajadores y la certeza de que, al no necesitar ser aprobado su nombramiento por el Senado, pese a las críticas, podría salir adelante.

También había dos “peros”: dirige una fundación que recibe fondos de Arabia Saudí y en el pasado había hecho declaraciones críticas con la política israelí. No nos equivoquemos; no eran ni siquiera contrarias, eran críticas.

Suficiente. Al lobby judío le bastó eso para empezar una campaña de desprestigio, acoso y derribo contra Freeman. Al principio era sólo un pequeño malestar; luego pasó a oposición frontal hasta que la presión se hizo insoportable. La secuencia completa la podéis encontrar en el blog de Andrew Sullivan.

Freeman sabía a quién apuntar el dedo acusador cuando renunció a su puesto:

"I regret that my willingness to serve the new administration has ended by casting doubt on its ability to consider, let alone decide what policies might best serve the interests of the United States rather than those of a Lobby intent on enforcing the will and interests of a foreign government."

Para el NYT sin embargo no está tan claro que haya sido la ¿presión? del ¿lobby judío?. A fin de cuentas, la AIPAC no estaba en el ajo. Supuestamente. Y esto, de todos modos, era algo que se veía venir. Como con la primera regla del Club de la Lucha: no hablar del Club de la Lucha; el CLub de la Lucha no existe. Pues eso. El lobby judío no existe:

“Just how controversial the choice would be became clear on Tuesday, when Mr. Freeman, a former ambassador to Saudi Arabia under the first President Bush, angrily withdrew his name from consideration and charged that he had been the victim of a concerted campaign by what he called “the Israel lobby.”

“Lo que Freeman llama”, como si todo se tratara de una conspiración orquestada contra los judíos. La verdad es que los israelíes son expertos en dar la vuelta a sus ataques para proyectarse como las víctimas. Sea en Gaza, en los tribunales, en la redacción de un periódico o en los pasillos de Washington. O estás con ellos o eres un antisemita.

Pero el NYT lucha contracorriente. Desde el Economist al Foreign Policy, casi todos reconocen que existe un lobby judio, y que tiene demasiado poder.

Lo malo es que ésta no es la primera ni probablemente la última vez que esto suceda. Lo peor es que esta vez Obama, casi ni ha opuesto resistencia. No basta con prohibir que los lobbies ofrezcan regalos, también se debe combatir su poder de presión desmesurada.

Y por supuesto, que se olviden en Palestina de las esperanzas de cambio respecto a Israel.