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Tuesday, July 28, 2009

Ganar corazones para ganar la guerra

Las principales operaciones militares para controlar el sur de Afganistán se han terminado, y han sido todo un éxito. O al menos, eso es lo que ha dicho el jefe de la diplomacia británica, David Miliband. Pero tras algunas duras experiencias en el pasado, los periodistas hemos aprendido a tomar con cuidado las palabras de los políticos, especialmente cuando hablan del fin de las “principales operaciones militares”.

La ofensiva que sigue teniendo lugar en la provincia de Helmand trata de limpiar los focos de resistencia Talibán en las ciudades. El objetivo es asegurar al menos las áreas urbanas con vistas a las elecciones presidenciales del próximo mes. Es una operación calcada a la batalla de Fallujah, en Irak, donde se expulsó a la resistencia de la ciudad por completo. Y al igual que ocurrió entonces, las bajas militares se han disparado hasta alcanzar una cifra record desde la invasión de 2001.

Lo cierto es que en Helmand, pese a lo que diga Miliband, se sigue combatiendo. Sin embargo, a varios cientos de kilómetros de allí, en la remota provincia de Badghis junto a la frontera iraní, se ha llegado a una tregua con los Talibán, con la ayuda de los consejos de ancianos de la zona.

Es exactamente la estrategia que el gobierno afgano lleva meses queriendo implantar, David Miliband defendió ayer y el General McChrystal, ahora al mando de Afganistán, ya aplicó en Irak. Sin embargo, el resultado aquí puede no ser tan bueno. En Badghis, horas después del acuerdo, fuerzas de la policía afgana se vieron envueltas en un incidente bajo fuego enemigo.

La provincia de Badghis, por cierto, es el área donde se encuentran destacadas las tropas españolas. Hasta el año pasado había sido un lugar relativamente tranquilo comparado con el infierno de Helmand. Sin embargo, la unión de campos de opio y Talibanes hace de ella un polvorín. España planea mandar 450 soldados a la zona -un incremento de más del 50% con respecto a la fuerza actual. Pero es sólo una medida temporal, por cuatro o cinco meses hasta que los resultados electorales sean dirimidos.

Se necesita más compromiso que eso si la OTAN quiere, de verdad, controlar al menos las áreas urbanas del país -algo que ahora mismo difícilmente logra hacer salvo en la capital, Kabul. Y no hablamos sólo de más tropas sobre el terreno, sino también de más equipamiento y personal civil. El Reino Unido sabe bien lo doloroso que les está resultando a sus soldados la falta de helicópteros.

A veces, sin embargo, la falta de material es beneficiosa para las tropas. Tal y como informan en el blog Danger Room, el aislamiento provocado por la falta de Internet o cobertura telefónica en una remota base militar estadounidense ha hecho que sus soldados se centren más en la labor que desarrollan.

Esto se ha traducido en menos bajas y -más importante y posiblemente causa de lo anterior- un mayor contacto con la población. Al no tener entretenimientos en la base y debido al aislamiento, la interacción con la población local es más fluida. Y de hecho, éste es un buen ejemplo de cómo se debe ganar esta guerra: conquistando los corazones de la gente.

Ambos bandos están enfrentados en una guerra paralela por la confianza de los afganos. Es de sobra conocido cómo los Talibanes usan los ataques aéreos de la coalición -y las víctimas que ocasionan- como medida de propaganda anti-americana. Por ello McChrystal ha cambiado la política de ataques haciéndola más estricta. Ayer también anunciaron que dejarían de publicar recuentos de bajas enemigas. Tal y como reconoce el Almirante Gregory Smith, sólo contribuye a “extender el tiempo que se tarda en acabar con la insurgencia”.

En el lado Talibán, Al Jazeera informó ayer acerca de un libro que detalla un código de conducta para los muyahidines, escrito probablemente por el Mullah Omar. Aparte de un intento de conglomerar las fuerzas de la insurgencia bajo un solo mando -el suyo-, Omar dibuja las líneas éticas básicas para ganar popularidad entre los civiles, o al menos no perderla.

El libro incluye una doctrina sobre ataques suicidas, reservándolos para objetivos importantes y ordenando a los comandantes Talibanes poner un esfuerzo extra en “evitar bajas civiles”. Las directrices trazan también las bases sobre cómo tratar a los prisioneros de guerra, afirmando que “si un oficial, soldado, mercenario o contratista del gobierno esclavo [de Estados Unidos] es capturado, estos prisioneros no pueden ser atacados o heridos”. Igualmente prohíbe aceptar cualquier tipo de pagos de rescate.

Pero el objetivo principal del libro se perfila en las frases que definen cómo debe actuar un muyahidin:

“El muyahidin debe comportarse bien y mostrar el respeto adecuado por la nación [afgana], con el fin de atraer los corazones de los civiles musulmanes. El muyahidin debe evitar la discriminación basada en raíces tribales, lingüísticas o geográficas.”


Esas palabras parecen calcadas de un reciente informe de la OTAN que se ha distribuido entre sus tropas, con el fin de minimizar las bajas civiles y “ganar el corazón” de la gente.

Sin embargo, los ataques de la Alianza dejaron el año pasado mass bajas civiles que los Talibanes. Y aquí es donde la guerra se está perdiendo.



Photo: Charuel / Sipa


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