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Wednesday, July 01, 2009

Honduras 2009: País de utopías

El siguiente articulo es una colaboración (la primera de, esperemos, más por venir) de Benjamín Blanco Abarca, redactor de internacional del periódico La Tercera de Chile.



Benjamín Blanco Abarca, SANTIAGO DE CHILE

Lo ocurrido en Honduras estas semanas demuestra la alta ingenuidad de los líderes políticos de ese país centroamericano, uno de los más pobres del continente.

Por un lado, tenemos a un Presidente democráticamente elegido, José Manuel Zelaya Rosales, que pretendía reformar la Constitución sin el apoyo del Congreso, ni de los militares, ni del Poder Judicial. Una utopía.

Al otro lado están los poderes antes nombrados, quienes hicieron un golpe de Estado sin tener la capacidad política para detectar que ningún país ni organismo internacional los reconocería como gobierno legítimo. Honduras, en estos momentos, es un país paria, como lo fue Sudáfrica, Chile, Israel y Taiwan hace 20 años. Hoy, cuando todos los países de la región, salvo Cuba, han sido elegidos democráticamente, pretender justificar un golpe de Estado es otra utopía.

Zelaya, un hombre ligado al derechista partido Liberal, asumió el poder el 2006. Gobernó dos años bajo los parámetros de su colectividad. Pero, tras acercarse a Hugo Chávez y matricularse en la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA) que el venezolano patrocina, dio un giro radical a la izquierda ejecutando todas las notas de las melodías de las administraciones cercanas a la de Chávez: reforma constitucional para poder reelegirse en el poder.

Los golpistas esgrimen esa actitud de Zelaya para justificar el derrocamiento, que con variadas artimañas, ellos llaman “sucesión constitucional”.

Sin embargo, es vital sacar a Hugo Chávez de la ecuación.

Zelaya pretendía realizar el domingo una consulta no vinculante para que en las elecciones parlamentarias de diciembre, hubiera una urna extra donde la gente depositaría un voto referido a la posibilidad de reformar la Constitución. Dado que las elecciones eran a fin de año, y más allá del resultado de la consulta que finalmente no se realizó, quedaban seis meses para negociar y buscar una salida al atolladero en que Zelaya estaba metiendo al país. Sin ir más lejos, José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA, iba a viajar a Tegucigalpa para solucionar el tema.

Caso aparte es hablar de la ejecución del golpe. Décadas de historias sobre derrocamientos militares en Latino América pareciera que no enseñaron nada a quienes ahora tomaron el poder en Honduras.

En la madrugada del domingo, los disparos entre su guardia personal y fuerzas de elite del Ejército hondureño despiertan al Presidente Zelaya. Lo detienen bajo una orden judicial emanada por la Corte Suprema que lo culpa de desacatar la Constitución. Pero no lo apresan, como debería haber sido si existía tal orden, sino que lo llevan a un aeropuerto y lo despachan fuera del país. Costa Rica, de lejos el país más democrático de la región, lo acoge en calidad de “huésped”.

Luego los tanques saltan a la calle, se corta la electricidad y salen del aire los canales de televisión. Sólo transmite Radio América, a favor de los golpistas, que realiza partes cada 30 minutos para informar cómo el Congreso elige a su líder, Roberto Micheletti, también del Partido Liberal, como nuevo Presidente del país. Mientras eso ocurre, todas las naciones del mundo, desde Rusia hasta EE.UU., pasando por Brasil, Chile, México y Argentina, condenan el golpe.

En horas de la tarde, los golpistas aseguran que Zelaya renunció y dicen tener una carta donde certifica su dimisión (¿para qué entonces detenerlo si iba a renunciar?). Sin embargo, por la noche del domingo dicen que Zelaya pretendía disolver el Congreso tras la consulta.

Lo claro es que la situación es nueva para América. Nunca Estados Unidos había estado en contra de un golpe de Estado en su patio trasero y nunca había existido tal unanimidad en el rechazo.

¿Qué pasará? Cualquier escenario será novedoso y sentará un precedente. Lo más seguro es que la presión internacional haga retroceder a los golpistas y Zelaya regrese al país y convoque elecciones para los próximos meses.

No obstante, Honduras perderá credibilidad y figuras insospechadas podrían salir fortalecidas gracias a cómo han actuado en estas crisis. Seguramente Insulza, el Presidente de Costa Rica, Oscar Arias, el de Nicaragua, Daniel Ortega y el bueno de Obama estarán en el bando de los ganadores.

En Honduras todos pagarán caro su ingenuidad.




Photo: Orlando Sierra/AFP/Getty




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