Rafsanjani

Rafsanjani ha hablado. Y obviamente, la oposición iraní ha visto la luz de la calle de nuevo. Rafsanjani es considerado el mayor apoyo de Mousavi y, aunque no atacó directamente al poder establecido ni al gobierno -de hecho habló mucho más sobre unidad- sí que dejó un par de recados.

Pidió, por ejemplo, la liberación inmediata de los detenidos, el cese de las persecuciones y la aceptación de esas “dudas” que una parte de la población pueda tener. Nada nuevo, es lo que llevan diciendo bastantes otros personajes importantes de la política iraní desde hace tiempo, como el presidente del parlamento Ali Larijani. Los partidarios de una revolución seguro que están decepcionados.

Sin embargo el mero hecho de que fuera el propio Rafsanjani le da más relevancia al asunto. Era la primera vez que hablaba en público desde las elecciones. Aunque había dejado alguna que otra petición en Internet, hasta ahora todo lo que se sabía de él eran suposiciones. Que si estaba negociando en Qom, que si intentaba concentrar apoyos; todo ello eran rumores.

Hasta este viernes. En su sermón, Rafsanjani aprovechó para cargar las tintas sin dirigirlas contra nadie en particular. No obstante, él mismo es un hombre del sistema y difícilmente va a ir contra él. De hecho, algunos creen que lo que hace es preparar sus oposiciones para líder supremo.

Dejando a un lado las aspiraciones personales, el sermón del viernes deja claro que Rafsanjani no puede prescindir del sistema, pero el sistema tampoco puede prescindir de él. El hecho de que fuera elegido para dar el sermón lo demuestra.

Quien sí pudo prescindir de él fue el gobierno. Normalmente el sermón de los viernes es ofrecido en directo por la cadena estatal. Este viernes sin embargo ninguno de los cinco canales lo ofrecía.

No importaba. El público de Rafsanjani no estaba en sus casas frente al televisor, sino en la calle. Varias veces tuvo que interrumpir su discurso debido a los gritos -algunos aclamándole como líder, otros contra los actuales líderes. Y sus palabras fueron la chispa que incendiaron otros pequeños conatos de disturbios, esta vez sólo en Teherán. No volverá a pasar en al menos otra semana, pero Ahmadinejad sabe que al menos en la capital, sus detractores no le olvidan.

Por supuesto, tampoco Khamenei, aunque de otro modo. Ayer volvió a advertir a los políticos que no deben rebelarse contra el orden establecido. Sin embargo sus advertencias suenan cada vez más como un grito a la desesperada por salvar el puesto que como las palabras de un líder supremo y padre y guía de su pueblo. Sobre todo en Irán.



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